
No es por nada que mi rostro no logre ocultar lo que me da por pensar cuando observo y escucho las gráciles disputas a las que se les da vida en la mayoría de las conversaciones.
No hay necesidad de que se alteren los ánimos y se de lugar a las palabras altisonantes para que mi tesis sea sustentable. Las conversaciones siempre son una lucha de saberes.
Cuando existen afinidades de pensamiento las luchas no son tan asiduas y si se llegan a dar (siempre sucede) es fácil que no muy avanzada la conversación se logre comulgar con las ideas del otro. Por lo regular a las personas con las que sostenemos este tipo de conversaciones solemos llamarlas amigos, camaradas, compas, etc. El nombre de referencia difiere según la región, idioma y generación a la que pertenezca el hablante.
Cuando en la conversación intervienen únicamente dos siempre hay alguien que hace de escucha la mayoría del tiempo; recurriendo al tan oportuno como inoportuno y en repetidas ocasiones exasperante silencio o ayudandose de la mirada y de conocidas y recurrentes frases tales como: pues si, tienes toda la razón, comparto contigo o aja, logra eludir la lucha de saberes u opiniones que o bien le causa pereza atender o prescinde de las armas retoricas para salir bien librado de la faena, este tipo de lucha se da en la mayoría de los casos en individuos sentimentalmente relacionadas.
Cada conversación ocurre de manera distinta, mucho depende de las circunstancias, ánimos y personalidades que se vean intrincadas, con lo anterior me refiero al modo de desarrollo puesto que la lucha siempre se dará.
Hécate
No hay comentarios:
Publicar un comentario