miércoles, 9 de julio de 2008

A propósito de la melancolía, cinco estilos de sufrir.


I
Me gustaban los colores fuertes,
los que invaden y difuminan,
los que colapsan.

Disfrutaba imaginándolos
paladeando, palpando, escuchando,
y sin animo de eludir las pocas ganas de vivir
que le vienen a uno cuando se le permite al otro posar las manos en nuestro cuello,
no me queda más que decir, que les disfrutaba llorando,
con un llanto de siglos que le recuerdan a uno tormentas fuereñas.

II
Este dolor, Dédalo del bastón que hoy se me quebró,
muletilla construida en el costado izquierdo de mi pecho,
amiga de mi inconciente, erudita en mí.

III
¿Quiénes son los padres de esta infame costumbre de vendarnos los ojos?
¿Qué maquiavélico ser encontró la ubre del engaño?
¿Quién rellena de paja las cóncavas formas en que mis ojos descansan?
¿Quién me dice por dónde ir, por quién acompañarme?
¿Quién me da un brazo para alzarme?

IV
Llevo a cuestas, en las quijadas, el hígado y mis piernas
mi mala costumbre de alborotarme la cabeza
ponerme un vestido bonito, irme de fiesta
y dar por hecho que pintando la casa desaparecen las grietas.

V
Tengo encerrado un loco que gusta de picarme las muelas y enchuecarme los dientes
resecarme la piel, enflaquecerme,
una polilla inexorable
un parasito de estambre
alguno de ustedes envíenme un ángel.

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